Episodio 3. ¿Qué hacemos con las preguntas?
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Foto: Nathan Dumlao
¿Cómo tomar buenas decisiones?
Queremos tomar la mejor decisión. Buscamos consejo y ejercicios para tomar decisiones difíciles. Queremos ser guiados paso a paso. Lo que te cuento aquí es cómo vivir las preguntas y dónde puedes encontrar claridad, dirección y fuerza para tomar esa decisión tan importante.
Qué hacemos con las preguntas
El audio del explorador os ha puesto en danza. Me han llegado mensajes como estos: “Siento que si me quedo la vida se acaba”. “Lo que me gustaría es aprender a tomar decisiones”. Así que hoy me gustaría hablar de de “tomar decisiones”; que es una de las cosas que a mí más me ha costado y, según en qué, me cuesta.
Hace unos meses mi vida laboral se puso patas arriba. Llevaba meses sin querer mirar de frente, o no del todo, un cambio que era inminente. En mi vida, trabajo y vida van muy de la mano. Así que eran decisiones importantes, súper importantes.
Quizás escuchar cómo ha sido mi viaje detrás de las cortinas, te sirva de inspiración y te ayude a normalizar tu vida… Y tus decisiones.
En julio terminó mi contrato de trabajo de un modo un tanto inesperado. Me vi colgada. En una incertidumbre total. Podría haber entrado en pánico - lo cual habría sido bastante esperable, dadas las circunstancias. Pero no. NO fue así.
Lo difícil para mí no son las decisiones sino la confusión. Los cientos de preguntas, los callejones sin salida, la frustración.
En esta ocasión yo no entendía porqué, pero el trabajo no estaba funcionando. Tenía muy claro que no era una cuestión de la calidad de las sesiones, ni de profesionalidad, ni de falta de esfuerzo. Me esforzaba mucho y todas las puertas se iban cerrando. ¿Por qué? Me hacía muchas preguntas. “Si no es por aquí, ¿por dónde es?” “Si no funciona bien, ¿qué demonios me falta cambiar para que funcione mejor?” “ Si no es en España, ¿dónde es?”
Las primeras dos semanas, tranquila y bastante enfadada, me dediqué a hacer lo que parecía “lo lógico”. Mi hice mi lista, marqué prioridades, revisé el proyecto, lo mandé, tuve reuniones con las personas adecuadas. Y supe que había cumplido. Y también supe que no vendría nada de todo eso. Y así fue.
La segunda semana empecé a retirarme. Me senté delante de la pizarra en blanco y empecé a sentir qué era lo que necesitaba, lo que no había hecho hasta ahora, lo que siempre me ha costado y nunca había hecho… Sentirme me dio muchas ideas y de ahí empezaron a salir, por ejemplo, las newsletters semanales o el video que rodamos en la montaña.
En ese momento tomé una decisión muy importante. Y es que aunque yo sola doy para mucho con la persona adecuada al lado doy para mucho más. Así, en cuestión de 20 minutos tuve claro quién era la persona, quedé con ella y decidí poner una parte muy importante del dinero que tenía ahorrado en MÍ. Era mi apuesta por mí.
Me quedé súper tranquila. Se instaló en mí una idea: “No se si esto será una apertura o un cierre de fase, pero lo que sea será de oro”. Y lo es. ¡Joder, ya lo que creo que lo es!
Lo que he estado haciendo estos meses es vivir las preguntas, hasta el fondo.
Y es que…
Tomar decisiones da miedo
A veces tanto miedo que nos paraliza y nos quedamos en un eterno partido de ping pong. Miramos hacia un lado y hacia otro. En un lado habla la razón; y parece sensato lo que dice. ¡Ajá! En el otro lado vemos que no: que nos pongamos como nos pongamos “algo” tira hacia otra parte.
La duda mata, la precipitación también
Quedarnos mucho tiempo en la cuerda floja, sin partir el bacalao en ninguna dirección, puede ser demoledor. Para mí lo fue tanto que se me quedaron los dientes transparentes. Desmineralización, estrés, trastorno del sueño, agotamiento.
Otra opción es huir hacia delante: “Como hay que decidir algo corto por lo sano y ya está. Que salga el sol por donde sea”. Cambias de escenario y, con el tiempo, los viejos temas reaparecen.
De todos modos, ¿cuántas veces te ha pasado que te enganchas horas, días y meses en dar vueltas a algo que ya tienes decidido, y lo sabes?
Entras en bucle
Cuando entramos en bucle nos vamos kilómetros away: muy, muy, muy lejos de nosotros mismos… Hacia un mundo de pros y contras, de listas, de puntuaciones que, si bien pueden ser un referente y ser muy razonables, también pueden ser fallidas si no tienen en cuenta otros factores de la ecuación. Y es que decidir sobre tu trabajo o sobre tu pareja o sobre si tener hijos o no tenerlos, es todo menos una ecuación.
Cuando decidimos desde ahí vemos rápido que los números no cuadran. Te das cuenta de que actuaste a lo loco: “No sé qué hacer, pues hago algo”. O que no le diste importancia a lo que sentías e hiciste lo que racionalmente encajaba:“lo lógico”. O que te dejaste llevar, sin más.
Pero con el paso del tiempo vuelves a estar en la misma situación. De un modo u otro te sientes molesto, frustrado, cabreado incluso. Te parece que no tomaste una decisión; que las cosas “sucedieron, sin más”; que “te equivocaste” o que “estás atrapado en el día de la marmota”... ¡Y te da miedo volver a cagarla!
Escúchate, pero de verdad
Creo que un punto importante a la hora de tomar decisiones es asegurarnos de que escuchamos a todos los representantes: no sólo a la razón, no sólo a las vísceras, no sólo al entusiasmo, no sólo a la experiencia, no sólo a los sueños.
Una escucha así, requiere calmarse un poquito, entrar en ti y tomarte el tiempo.
Aquí es donde tener la ayuda de otro -de otras, en mi caso- es muy importante. La claridad que emerge en esos espacios compartidos, en los silencios y en las preguntas es muy esclarecedora.
Cuando hablo con ellas me puedo escuchar y ver con claridad. Y es mí claridad. No lo que nadie me dice que tengo que hacer, no es una opinión, no es un consejo. Es mío. Eso me hace sentirme muy responsable de mis aciertos… y de mis cagadas, que también las hay.
Esto es lo más parecido a un consejo para tomar decisiones importantes (no me gusta dar consejos)
Vive tus preguntas
Creo que no hay un método infalible para tomar decisiones; de hecho creo que no hay respuestas, mucho menos “la respuesta perfecta”. Lo que hay son preguntas para ser vividas. Y lo que puedes hacer es separar las preguntas que no sirven para nada de las que son realmente importantes… ¡Y vivirlas!
Abraza tus miedos
Es importante no dar bola al miedo y cuidarte del miedo que los demás proyectan en ti. “¿Y si después de todo este esfuerzo no viene nada, qué vas a hacer?” O de los consejos, bienintencionados pero que no te tienen a ti como punto de partida: “Lo que tendrías que hacer es…”
Yo que como tanto la cabeza me he visto respondiendo cosas como: “Ni me lo planteo. Ahora estoy en esto”.
Ve haciendo
Ha sido el ir haciendo el que me ha ido trayendo las respuestas y la claridad. La claridad ha sido una sensación, una certeza, algo que he podido sentir: “¡Ahora sí! Esto es… Por ahora”.
A esto me refiero con alineación.
Acepta que no hay garantías
La verdad es que no hay garantías de nada. La vida no viene con garantías. Y, desde luego, no viene con garantías acerca de tomar la decisión correcta.
Es correcta en la medida que lo parece ahora.
Es correcta en la medida en que sientes que es correcta ahora.
Parecer y sentir tienen un matiz distinto. Parecer es algo que te puede encajar en el plano analítico: “He sopesado posibilidades, pros y contras y esto me parece lo más lógico”. Sentir es algo que sientes en todo tu ser. A veces a favor y a veces en contra de la lógica: “No sé muy bien porqué, pero sé que esto es lo correcto”.
Porque vivir las preguntas tiene momentos mágicos
Momentos mágicos en los que en medio de la zozobra aparece un rayo de lucidez. Dejas de llorar, te calmas y empiezas a ver la luz al final del túnel. No ves por dónde va ni a dónde lleva; intuyes algo y luego das un pasito y luego otro…
Momentos mágicos en los que personas a las que apenas conoces movilizan a otras personas para ayudarte.
Momentos mágicos en los que lees lo que has escrito a tu amiga y se pone a llorar de emoción: “Esta si que eres tú, sigue con ello”. Y entonces la que lloras (de nuevo) eres tú.
Momentos en los que una maleta amarilla - modelo Samsonite, para ser exacta- se convierte en el símbolo de una nueva manera de trabajar.
Momentos mágicos en los que empiezas a ver en serie, una detrás de otro, tus cosas más chungas: el miedo, el control, la manipulación. Y es mágico porque de entrada te horrorizas y después dices: “Qué coño, esto también está ahí, en mí”.
Momentos mágicos en los que reconocerlo te da la fuerza de ser, con tus luces y tus sombras. Y joder, notas que la gente a tu alrededor se relaja y empieza a sacar lo suyo y no pasa nada:
“Me quedo más tranquilo sabiendo que no eres tan perfecta”. ¡Qué capullo!
Pero sí… Yo también me quedo más tranquila. :-)
Navega siguiendo la costa a lo lejos
Vivir la pregunta es no tener ni idea de lo que va a pasar. Navegar siguiendo la costa a lo lejos. Tener una cierta cordura -cuando las circunstancias lo permite.
Digo esto porque no sé cómo sería para mí si las circunstancias me apretasen más. Pienso en el recorrido que he visto hacer en paralelo a una mujer que ha mudado de piel para hacer frente a su cáncer de mama. Eso sí que me parece heróico de atravesar. Pero quizás a otro le parece heroico lo mío; depende de dónde estén tus miedos.
Vive las preguntas.
Con su incertidumbre.
Dándote tiempo y espacio para sentirte.
Dejándote ayudar para escuchar tus necesidades.
Dejándote respirar y expandir cuando el miedo aprieta.
Dejándote apoyar.
Ir probando. Poquito a poco.
Teniendo un lugar al que volver, que eres tú.
Aunque ahora no sepas bien quién eres.
Dejando que otros te demos la mano, aunque los pasos los das tú.
Tal y como yo lo he vivido, de la necesidad surge la claridad. De la claridad una dirección y de la dirección la fuerza, por tenue que sea al principio, para actuar.